
Trabajadores del Estado
despedidos, sillas vacías, programas desactivados. El argumento de los
“ñoquis”, como el de las decisiones “espantosas aunque necesarias”, oculta este
peligro. Enmascara. Quienes hasta hace poco dedicaban sus días a tareas
culturales estatales y que en muchos casos perdieron sus empleos sin
explicación alguna y del peor modo –la imagen se repite en los relatos: candado
en las puertas, alguien de seguridad con listas en la mano, promesas incumplidas
de entrevistas– vienen haciendo hincapié en este peligro, movilizados, en las
calles, en asambleas, en videos que difunden por Internet. No solamente se
trata esto de un aluvión de despidos, se trata también del achique del Estado y
esto es una sociedad que está perdiendo derechos. Al estigmatizar al trabajador
del Estado, el Estado entonces “vacía” programas culturales. Tras los 494
despidos de fines de enero en el Ministerio de Cultura –y no se asegura que no
vengan más en organismos descentralizados– las iniciativas heredadas de la
gestión anterior están desactivadas. Y poco se sabe acerca de lo que sucederá
con ellas.
El nuevo gabinete se conduce con
hermetismo. Ningún funcionario dio una respuesta de carácter particular a
Página/12. Así que es poco lo que se sabe de fuentes oficiales y pareciera que
hasta el momento todo es eso: despidos, caos, incertidumbre. No parece haber un
plan claro ni especificidades respecto de qué se hará con cada iniciativa.
Tampoco sobre qué surgirá de nuevo. Lo que está ya a la vista es que Ronda
Cultural, CePIA, Letras Argentinas, Afrodescendientes, entre otras, ya no están
funcionando, porque no hay quienes las lleven adelante. Esta semana, desde el
Ministerio de Cultura señalaron que existe una división entre “programas con
impacto real” y otros “sin impacto” (ver recuadro), algo que coincide con
declaraciones radiales de Pablo Avelluto. Pero incluso esta información no
ahonda en detalles: sólo se conoció que seguirá adelante Puntos de Cultura,
creado para fomentar el trabajo cultural comunitario. Y que, por ejemplo, el
programa de Derechos Humanos que funcionaba bajo la órbita de Cultura no
continuará su curso. No hay noticias sobre el resto de la lista, que es larga:
Ajedrecear, Café Cultura, Pueblos Indígenas, Tango de mis Amores, Maravillosa
Música, Guitarrazo, Plan Nacional Promoción del Tango, Plan Federal de Opera y
Danza, Museos en Vivo, Argentina de Punta a Punta, entre otros. Lo que sigue a
continuación son algunos relatos de cinco casos emblemáticos que reflejan
algunas de las consecuencias de los despidos masivos.
RONDA CULTURAL
Ronda Cultural surgió en 2014.
Era el circuito libre y gratuito por museos y espacios culturales nacionales, a
bordo de minibuses y con guías especializados. Ofrecía diferentes circuitos por
la ciudad de Buenos Aires, pensados para distintos tipos de público. Un punto
fuerte del programa era que se buscaba a estudiantes en escuelas y a adultos
mayores en centros de jubilados y se los trasladaba hasta los museos (eran 17
los que formaban parte del circuito). Otro plus era que a los recorridos por
los espacios se sumaban intervenciones artísticas. En el caso de Ronda
Cultural, sucedió algo extraño: el miércoles 27 de enero, el Ministerio de
Cultura actualizaba su web con información sobre las actividades de este
programa para febrero. Dos días después, despedía a todo el equipo, integrado
por 26 trabajadores. “La propuesta consistía en acercar al público al museo
para que pudiera verlo con otros ojos. Mucha gente visitó uno por primera vez”,
explica a Página/12 Valeria Escolar, la coordinadora y creadora. Hace pocos
días, los trabajadores publicaron en Facebook que lograron la reincorporación
de cinco que formaban parte del equipo.
“Lo que hicieron fue dinamitar el
programa”, advierte Escolar. Primero, con la extinción del Ministerio de
Planificación, dejaron de contar con los minibuses que esta cartera les
proveía. No obstante, el transporte era lo único que Planificación aportaba al
programa. Y aunque Avelluto utilizó, en declaraciones radiales, el argumento de
que la propuesta había dejado de funcionar cuando ese Ministerio retiró los
fondos, esto no es verdad, según lo que cuenta Escolar. Su versión es así: dos
personas que eran monotributistas fueron despedidas. El resto del equipo
continuó trabajando. Como ya no contaban con minibuses, realizaban sólo los circuitos
que podían hacerse caminando. “Y las intervenciones artísticas las hacíamos
nosotros mismos, porque este equipo es interdisciplinario. Todo nosotros, muy a
pulmón”, resalta. Y cuenta que mantuvo “varios acercamientos” con la Secretaría
de Patrimonio Nacional, a cargo de Américo Castilla, “hasta que finalmente hubo
un silencio total”. El 29 de enero todos fueron despedidos.
Escolar dice que había armado una
carpeta con información sobre cada empleado. No hubo entrevistas ni,
aparentemente, una revisión del desempeño de cada uno. Revela un dato grave:
que despidieron a embarazadas y discapacitados. “Y los que eran ñoquis quedaron
adentro”, apunta. “Los despidos fueron arbitrarios, violentos y sin
explicaciones”, protesta. Y define a Ronda Cultural como una política pública
“exitosa”: en un año y medio, más de 33 mil personas “pasearon” por los museos
con este programa.
CePIA
El Centro de Producción e
Investigación Audiovisual se creó en 2011 durante la gestión de Jorge Coscia en
la Secretaría de Cultura, con el fin de promover y difundir la producción
cultural argentina. Funcionaba en Vera 745, al igual que Ronda Cultural.
Quienes trabajaban para CePIA denunciaron, mediante una carta publicada en
Facebook, que desde la asunción de las nuevas autoridades en el Ministerio de
Cultura, el programa quedó “virtualmente desactivado”. No se han nombrado
autoridades para dirigirlo y se paralizaron las actividades que se venían
desarrollando. El 30 de diciembre se despidió a parte del equipo. El 5 de enero
“desmantelaron las instalaciones técnicas, islas de edición, postproducción,
sonido; se llevaron cámaras, micrófonos, luces, etc”. Es decir: no más
herramientas de trabajo ni funciones para el CePIA. El 29, el resto del equipo
quedó sin trabajo. Eran 25 empleados.
Cuenta uno de los despedidos que
a mediados de diciembre fue Carolina Azzi (novia del ministro Avelluto y, según
lo publicado en otros medios, colaboradora ad honorem) quien les anunció que
haría un relevamiento del personal. “Mantuvo entrevistas breves de entre cinco
y diez minutos con los integrantes operativos. Días después, otra mujer
prometió evaluaciones y entrevistas. El tiempo demostró que era mentira”,
relata. El 5 del mes pasado, Azzi “se llevó los equipos de trabajo”. Por
fuentes del Ministerio, la mujer fue presentada en los medios como titular de
Coordinación Audiovisual de Prensa. Avelluto luego aseguró que colabora ad
honorem.
“Hacia el interior de la
industria audiovisual, el CePIA era un fomento, un movilizador, generador de
posibilidades de producción, mediante concursos y licitaciones. Generaba
contenidos que de otro modo no se producirían nunca, porque no entran en la
lógica de mercado. La población tenía la posibilidad de acceder a programación
de temáticas y calidad que la televisión comercial no le va a brindar”, explica
el entrevistado. El CePIA dependía de la Dirección Nacional de Articulación y
Planificación. “La nueva estructura del Ministerio no contempla esta dirección.
Y el CePIA no fue reencuadrado en otra estructura. Quedó a la deriva”, detalla.
PROGRAMA DE DERECHOS HUMANOS
“Está vaciado”, sentencia una
trabajadora despedida del programa de Derechos Humanos del Ministerio de
Cultura. Nacido en 2010, promovía talleres de comunicación popular, de
promoción de la igualdad de género, charlas abiertas con representantes de
organismos de Derechos Humanos (para adolescentes y jóvenes), festivales,
seminarios y muestras que abordaban la temática en sentido amplio. Cuenta la
tallerista que lo esencial era llegar con las actividades a “sectores
vulnerables”. En 2015 había surgido la “Semana por la equidad de género”, una
batería de talleres en trece provincias. “Fue movilizante, emocionante, ver lo
que causaban. Por eso es frustrante y triste que se esté cerrando. Al echar a
los talleristas vacían el programa: es muy probable que no siga existiendo. No
sólo perdimos el trabajo. No habrá quién haga estos talleres”.
Sobre este caso puntual, el
Ministerio de Cultura dio a entender que, como existe una Secretaría de
Derechos Humanos, la cartera podría sumarse “a actividades puntuales cuando
corresponda” (ver recuadro). “La decisión de este gobierno es que estas cosas
no pasen más”, opina la joven. Para ella, otro pilar del programa era el
“Encuentro de arte urbano y memoria”: una de sus tareas fue dar un taller de
escritura de canciones de hip-hop en la villa 21-24, de Barracas. Luego, en la
ex ESMA, los participantes expusieron el trabajo realizado. Esta gestión “no
está interesada en que sigan estos programas ni en respetar a quienes los
hacían posibles”. “A principios de enero fue alguien a hacer una auditoría, a
preguntar qué hacíamos. Se le dio toda la información, en fotos, videos y
textos. El proyecto funcionó muy bien y está documentado que existió. Nadie
pertenecía a una agrupación política. Las razones no son justas ni ciertas. Los
espacios se pierden. Y si no se generan desde el Estado, es difícil que
existan. Esto tiene que ver con la igualdad de oportunidades: hay gente que
puede pagar talleres artísticos privados. Y hay gente que no”, concluye.
AFRODESCENDIENTES
El programa Afrodescendientes fue
borrado del mapa: en la página oficial de la cartera ya no figura. Lo creó en
2012 Javier Ortuño, con los objetivos de “indagar, reflexionar y problematizar
sobre la presencia afro en nuestra identidad nacional”. Dependía de la
Subsecretaría de Promoción de Derechos Culturales y Participación Popular.
Talleres de autorreconocimiento y patrimonio cultural para afrodescendientes
del país, de revisionismo histórico en espacios educativos y carnavales en
distintos barrios eran algunas de las actividades que promovía, además de
charlas y seminarios para público general. El alcance era nacional, aunque se
lo conocía poco. “Trabajábamos con el concepto de negritud, ligado a la lucha
de clases. En la Argentina, la división entre burguesía, aristocracia y clases
populares está marcadísima. La desactivación del programa tiene que ver con el
disciplinamiento que quieren imponer, poniendo a Milagro Sala en una cárcel”,
conecta Ortuño.
“La población afro olvidada en
medio del monte quedó huérfana de esta política”, lamenta. Ortuño trabajó hasta
el 20 de enero. “Me enteré de mi despido porque fui al área de contratos. Había
una nota firmada por Débora Staiff (subsecretaria de Cultura Ciudadana), en la
que pedía que no se renovara mi contratación. En su momento, Staiff me atendió.
Me dijo en la cara que cuando ellos llegaban a un organismo del Estado podían
aplicar algo así como un derecho de admisión. Hubiera preferido que me dijera
que el trabajo que se hizo no iba más con la línea del que se va a hacer”, dice
el ex coordinador. Cinco personas llevaban adelante Afrodescendientes: dos
fueron despedidas el 29 de enero, dos pasaron a otras áreas y otra quedó
“colgada en el aire”. “Los más golpeados son los programas de acción
territorial. Los que problematizaban sobre lo que somos como país. El programa
está en la incertidumbre total”, advierte.
LETRAS ARGENTINAS
“Es polémico que nos traten mal a
nosotros: el ministro de Cultura viene del palo editorial”, desliza Juliana
Portilla, quien trabajaba para Letras Argentinas. Se trata de un programa
surgido el año pasado y que empujaba el trabajo de editoriales autogestivas e
independientes. A través de esta iniciativa, el Ministerio de Cultura
garantizaba la presencia de pequeñas editoriales en ferias del libro, con un
stand. Asimismo, se organizaban concursos de relatos y de historietas. Parte de
los libros publicados como resultado de estos concursos están ahora “varados en
el Ministerio”. Por otro lado, Letras Argentinas publicó dos colecciones de
libros de cuentos (no por concurso, se trató de una selección) de autores de
todo el país. La colección Leer es futuro 2 está en la imprenta: son 48 mil
libros en 1200 cajas. Todavía el Ministerio no le pagó a la imprenta. “Tenemos
laburo pendiente. A diferencia de otros programas, nosotros empezamos a
trabajar con la nueva gestión. Hay un doble discurso importante”, subraya
Portilla. “No me dejan entrar a trabajar: se están peleando con editores y
escritores”.
Letras Argentinas tenía por
objetivos “democratizar el acceso a la palabra” y “federalizar las voces”. Eran
cinco los trabajadores que lo componían. Despidieron a dos. “Es todo
incertidumbre, pero lo cierto es que el programa está desactivado”, cuenta Portilla.
“Mi rol era totalmente activo. Iba todos los días, administraba el programa,
produje ferias, hice asistencia editorial. El 29 de diciembre, una persona nos
dijo que nos iba a dar una solución respecto de los libros que están en la
imprenta. Me hicieron firmar un contrato por tres meses, y relajé hasta marzo.
Ya había una alarma de los escritores. Tuve que contenerlos, hasta que no me
dejaron entrar al Ministerio. Me cerraron la puerta a mí y se la cerraron al
programa. Pareciera que nos echan por haber trabajado para una cultura que
llegue a todas partes”, concluye.
Fuente: María Daniela Yaccar – Página 12