El debate por la deuda y el apuro por arreglar con los fondos buitre, analizada por el antropólogo Alejandro Grimson.
Por Alejandro Grimson
La negociación entre el gobierno
y los fondos buitre ¿cierra el tema de la deuda externa o abre un capítulo
mucho peor? Si el cortoplacismo de los economistas falla, el país quedará
endeudado por generaciones. Alejandro Grimson se pregunta porqué un problema de
15 años se quiere resolver en 15 días con una campaña del miedo que apela al
chantaje: pagar o (más) ajuste, pagar o hiperinflación.
El debate actual sobre la deuda,
los fondos buitre y la sentencia de Griesa está mal planteado. Las
reestructuraciones de 2005 y 2010 fueron un éxito crucial para la Argentina. No
por razones ideológicas, donde podríamos haber estado siglo discutiendo la
diferencia entre un jubilado y un especulador profesional. Por razones
pragmáticas: es lo que permitió que el país creciera, llegando a tener hoy un
porcentaje bajísimo de deuda respecto del PBI.
Tan grande fue ese logro como
tremendamente gravosa la cesión de soberanía, dejando por votación del Congreso
a tribunales municipales de Nueva York decisiones sobre nuestra economía.
Seamos serios: no es que Griesa “se metió”, es que Argentina decidió por
motivos económicos de corto plazo ceder soberanía. ¿Decidiremos ahora con el
mismo criterio? ¿Volveremos a definir en base a las urgencias de corto plazo aquello
que resulte más conveniente para el país en el mediano y largo plazo?
Digo que el debate está mal
planteado porque la decisión no puede ser sólo en base a lo que pensamos sobre
jueces como Griesa y el capital financiero internacional. Tampoco se trata de
que sea “mucha plata” o que “aumente la deuda”. El cálculo económico fino
implica una balanza compleja donde hay que poner también los intereses que se
pagan adicionalmente o las dificultades para acceder a financiamiento para
proyectos de desarrollo.
Desde mi punto de vista, hay dos
debates cruciales. Uno, si esta es una buena o mala negociación con los
buitres. El maestro Aldo Ferrer decía que “no hay que tener miedo de negociar y
no hay que negociar con miedo”. No soy especialista para emitir juicio sobre el
resultado, pero es obvio que fue demasiado apurado. ¿Por qué no se podía jugar
la carta de la duda de los buitres acerca de que quizás nunca jamás cobrarían?
Es claro que por apuros económicos de este gobierno.

¿Por qué creen que el 93% de los
bonistas aceptaron el canje? Simplemente porque creyeron que la sentencia de
Griesa era imposible.
Por otra parte, no estoy de
acuerdo en que no debamos pagar porque eso “sentará un mal precedente
internacional”. Nuetras solidaridad con otros países deudores debe ser
equivalente a la de ellos hacia nosotros, actuando en Naciones Unidas y otros
escenarios. No podemos buscar argumentos abstractos para no pagar. Debemos
hacer lo que sea mejor para el país.
En ese sentido, creo que no
podemos resolver nada que no garantice que es el final de toda la
reestructuración. No soy economista, pero escuché a un expresidente del Banco
Central hablando sobre la cuestión de Griesa y el pago a los buitres. Aclaró:
“no soy abogado”. Muy interesante. ¿Es un debate para cuál disciplina? Dicen
que no hay antecedentes. En realidad, no hay ningún antecedente en este tema.
No hay jurisprudencia de Griesa.
El cortoplaicismo de los
economistas y los políticos en un tema para la antropología.
Y si un gobierno cortoplacista se
equivoca, nuestro país quedará endeudado por generaciones. Si políticos de la
oposición se guían por encuestas y no por riesgos reales, pueden ser los
responsables de convertir a la economía argentina en inviable. Y sus eventuales
futuros gobiernos.
¿Por qué este debate tan crucial
para el futuro de la Argentina se está haciendo a los apurones? Un problema de
quince años, ¿vamos a resolverlo en 15 días? La respuesta hay que buscarla en
la “campaña del miedo” lanzada ahora por el gobierno nacional. “Pagar o caos”,
“pagar o ajuste”, “pagar o hiperinflación”. Los economistas ortodoxos
consideran que el “gasto social populista” debería ser sometido a “cirugía
mayor sin anestesia”. Para que no haya anestesia deberían haber recibido una
crisis de 2001 o una hiperinflación. Es un hecho irreversible que eso no
sucedió. La única anestesia que se les viene en mente es entonces ingresar
nuevamente a un proceso de endeudamiento internacional para pagar lo
“inajustable”. Aquello que generaría una reacción social inmanejable.
Por eso, no parar el ritmo
inflacionario es una verdadera política económica. Cargando discursivamente su
efecto a la “pesada herencia”, ya están superando el recorte del 13% de los
salarios que aplicó el gobierno de De la Rúa, pero sin explicitarlo. El listado
de ajustes que estamos viviendo es para ellos una cirugía menor. Creo que es
razonable posponer este chantaje a la sociedad para cuando puedan explicitarlo
en un futuro debate presidencial. En el de noviembre pasado olvidaron
mencionarlo y la sociedad no votó ni hipoteca ni hiper. Votó “cada día
estaremos un poco mejor”.
Como en sus modelos ortodoxos
sólo entran el endeudamiento o el ajuste, no les resulta importante lo que
puedan decidir los jueces estadounidenses dentro de cinco años. Confían en que
los jueces argentinos demoran más de 15 años en juzgar decisiones como el
megacanje, así que eso no los estresa.
La Argentina debe tomar las
decisiones que les resulten más convenientes para las futuras generaciones.
Calcular con rigurodad cuál es el monto que le conviene pagar al país al 7% que
no entró en los canjes. Paguémosle a todos cuando tengamos la certeza jurídica
y económica sobre nuestro futuro. Si el gobierno, legisladores opositores y el círculo
rojo están seguros de que la Argentina no perderá nuevos juicios, podrían
generar con sus patrimonios un seguro que lleve tranquilidad a los argentinos.
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