Después de una larga lucha, el martes 22, el frente del
Centro Cultural Provincial exhibirá el nombre de Francisco Paco Urondo.
No sabemos si a Paco le hubiera gustado este tipo de homenajes, él que era tan afecto a no dejarse seducir por las luces de la cultura oficial, y que caminaba por los bordes buscando la palabra justa en el compromiso que no sólo se escribía con palabras.
A pesar de haber ocupado
funciones culturales en diferentes momentos de nuestra historia reciente, Paco Urondo
era anatema para los sectores “bienpensantes” que consideraban poco auspicioso
que el Centro Cultural, dependiente del Gobierno Provincial llevara su nombre.
Francisco Paco Urondo ocupó la
Dirección de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral (1957).
Un año después sería designado como Director General de Cultura de la Provincia
de Santa Fe. En 1973 fue director del Departamento de Letras de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Como periodista colaboró
en diversos medios del país y del extranjero, entre ellos, Primera Plana,
Panorama, Crisis, La Opinión y el diario Noticias.
Sus libros de poesía: Historia
antigua (1956), Breves (1959), Lugares (1961, Nombres (1963), Del otro lado
(1967), Adolecer (1968), Larga distancia (1971). En narrativa: Todo eso,
cuentos (1966); Al tacto, cuentos (1967); Los pasos previos, novela (1972). Sus
ensayos: Veinte años de poesía argentina (1968 y La patria fusilada (1973).
Pero, más allá de esto Paco tuvo
tiempo para abrazar una acción de cambio en la que creyó con agudeza del
pensamiento. En un artículo que publicamos en nuestra revista, escribía Alejandra
Bosch “De ese momento histórico quedan los pensamientos críticos de un joven
militante, de un joven poeta, de un periodista de oportunidad que como la
mayoría de la juventud debía tomar partido porque no era posible no hacerlo
aunque la elección fuera negar la realidad y esconder la cabeza bajo tierra
para no saber.
No fue lo que Francisco Urondo
hizo y así lo dicen sus versos:
algunos
prefieren quedarse al margen
y otros admiten la abyección
y todos
los volubles y los mártires
caen
sufren
miran sin remedio ese orden ajeno
ese tiempo raro
sin vuelcos
sus caprichos
el derrumbe de los ídolos
que su propio resplandor pudo
imponer.
Es revelador leer estos versos y
pensar en la experiencia de los “70” y comenzar a descifrar sus signos desde la
lejanía histórica, ese es el aporte fundamental, el de haber dejado testimonio,
de la urgencia de dejar de ser uno para ser todos, nuevamente el dilema de lo
privado e íntimo que se desvanece y se vuelve lo público y lo colectivo,
experiencia que en la actualidad no podemos nombrar con ejemplos.
De Urondo quedan su vida y su
historia que se cuenta y se repite, la lucha armada como elección y su muerte que
nos revela un ser que ha decidido tomar su vida a su entera conciencia hasta su
muerte, pero de Urondo nos quedan las palabras y en “Trampa” dice así:
Si el criterio
que impera en
nuestros
tiempos supone esta pobreza,
esta idea maula de la normalidad, al menos
convengamos que todo es anormal, que un estado
de cosas
rechazables, es decir, una anormalidad; es más: hay
que
organizarse rigurosamente para conformar esa
nueva anormalidad que nos espera con los brazos abiertos
para no caerse, como un chico
que
corre hacia nosotros por primera vez.
Esta es la novedad literaria de
Francisco Urondo, sus palabras que nombran los dolores de una época y refieren
a las decisiones urgentes que el país tomó y hoy vuelven en la lectura de sus
versos como nuestras ceremonias pendientes."
Alejandra Bosch - Daniel Dussex (eh! Agenda Urbana)