El 27 de
diciembre, el fallecimiento de Fernando Birri nos atravesó el corazón. No era
una noticia más, nos dejaba alguien entrañable en el hacer cultural de nuestro
pago chico y de la Patria Grande. Alguien que supo asumir el arte con verdadero
compromiso social.
En sus 92
años de vida supo pararse en la vereda de enfrente a la industria hollywoodense
y sus películas de teléfonos blancos y grandes escaleras. Otra concepción,
aprender cine haciendo. Otra mirada, la que la industria cinematográfica
descartaba. Otra temática, una más próxima a los espectadores, más cercana,
constituyó su impronta.
SUS COMIENZOS
Fernando
Birri comenzó sus búsquedas desde temprano, influido por un entorno familiar
vinculado con el arte, fue así como incursionó en la pintura, la poesía, el
teatro y los títeres antes de embarcarse a Italia para estudiar cine. Con sus
25 años ingresó en el Centro Sperimentale de Cinematografía de Roma, con
Vittorio De Sica y Luigi Chiarini como sus grandes influencias. El neorrealismo
italiano y la sensibilidad por lo social quedaría reflejado en su trayectoria
como realizador.
TIRE DIE
Fue la
primera realización de la Escuela que había fundado Fernando Birri junto a un
grupo de estudiantes con este método de “encuesta social filmada” que buscaba
al decir de su inspirador “un producto moral y técnico de la voluntad para
aportar a una problemática realista y crítica, hasta ahora inédita.”
Lo logró,
en esa ciudad de escasos doscientos mil habitantes -en 1958- mostrada desde el
aire con modestos recursos técnicos, pero donde la cámara sabía dirigir su
lente sobre la otra realidad, la de los barrios postergados y el testimonio
fílmico de esos hijos de barriadas pobres corriendo a la par del tren que atravesaba
el puente sobre el río Salado para pedirles a los pasajeros que arrojaran
monedas de diez centavos. “Tire die, tire die” era el grito de una ceremonia de
la necesidad que se repetía cada vez que pasaban los vagones de pasajeros por
aquel lugar. Las imágenes de la película reflejaron con un dramatismo brutal
esa postal que algunos preferían disimular.
Cada
fotograma de esos pibes descalzos extendiendo sus manos para recibir una
limosna, en un blanco y negro casi sin medios tonos, es sólo equiparable a la
foto de Korda que retrató para siempre la imagen del Che.
LOS INUNDADOS
Es otra de
las películas en las que Birri también retrató circunstancias que reflejan su
comarca, la ciudad de los ríos, pero también de las inundaciones, en donde los
más afectados son siempre los que menos tienen. En esta realización, un
largometraje, el film tiene una estructura argumentativa que a través de la
ficción muestra las vicisitudes de una de las tantas familias que vive a
orillas del rio cuando las aguas suben. Está basada en el cuento homónimo de
Mateo Booz, en donde el neorrealismo litoraleño de Birri se funde con la
picaresca criolla para confluir en un alegato testimonial. Estrenado en abril
de 1962, “Los Inundados” fue ganadora del Festival de Venecia como mejor ópera
prima.
UN CINE QUE MOLESTABA
A Fernando Birri,
hacer cine de denuncia no le resultó fácil en una Argentina asediada por los
golpes militares y la censura. “Los 40 cuartos”, la segunda encuesta social
realizada por alumnos de la Escuela que él dirigía fue prohibida por el
gobierno de José María Guido, presidente de facto. Era obvio, ya que el
documental retrataba el problema habitacional de las familias humildes. Esos
contextos difíciles fueron los que obligaron a este cineasta a convertirse en
un hacedor itinerante. Ayuda a fundar en Brasil la Escuela Documental de San
Pablo, luego viaja a México y llega a Cuba. Desde Italia comienza una
coproducción con Argentina que la dictadura de Onganía le impide materializar.
Su exilio en Roma no lo detiene, sigue produciendo y con el tiempo sería quien
nuevamente en Cuba fundaría junto a su amigo Gabriel García Márquez un proyecto
todavía vigente: la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los
Baños. Inaugurada en diciembre de 1986, con la presencia de Francis Ford
Coppola. “Larga vida a la Utopía del Ojo y de la Oreja”, es su lema.
Fernando
Birri fue un Maestro con mayúscula, formador de cineastas, quien también supo
definir la palabra Utopía como una pulsión para el hacer: “La utopía está en el
horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre
diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Siguiendo
ese horizonte siempre móvil, nos legó “El Fausto criollo” (2011); “El siglo del
viento” (1999); “Un señor muy viejo con unas alas enormes” (1988); “Mi hijo el
Che - Un retrato de familia de don Ernesto Guevara (1985)” y “Rafael Alberti, un
retrato del poeta” (1983), entre otras obras de ese recorrido que hizo este “utópico
andante”, como alguien lo definiera.
Daniel
Dussex - Agenda eh! (29 de diciembre 2017).